Me refiero a los laringectomizados, las personas que, normalmente por un cáncer, se han quedado sin voz laríngea temporalmente. Remarco lo de temporalmente, porque, de una manera u otra, los laringectomizados pueden (podemos) volver a hablar: con la propia configuración del cuello, ya que la laringe, en su función para el habla, es, posiblemente, el único órgano humano que puede ser substituido por otro; o por medio de lo que se denomina ‘laringe externa’ –técnicamente, laringófono.
En la laringectomía total se extirpa la laringe, una de cuyas partes es las cuerdas vocales, origen de la voz. Pero la voz, aunque se inicia en las cuerdas vocales, no depende únicamente de éstas. Al hablar en voz baja (llamada también voz susurrada) no se utiliza la laringe: la voz se produce en la boca por la correcta vocalización y con tan sólo el aire que en ella se somete a oscilación.
La formación de la voz normal o audible requiere el aparato fonatorio completo, y éste está constituido por tres grupos anatómicos:
– Los pulmones, que emiten el aire.
– La laringe, que, en la glotis, por la oscilación de las cuerdas vocales somete el aire a vibración y genera ondas sonoras.
– Los resonadores, principalmente de las cavidades bucal y nasal, en los que, por la conjunción de la posición de la lengua, el paladar, las mejillas, los dientes y los labios, se articula y modula la vibración sonora recibida de la laringe y se convierte en los sonidos armónicos identificables.
Y los laringectomizados, salvo casos esporádicos, mantienen en buenas condiciones todos los órganos articulatorios, así como los vacíos de resonancia, repartidos en las cavidades supraglóticas.
Al descubrirse, partiendo del eructo automático, que el esófago era capaz de emitir un sonido, se investigó y se comprobó que se podía provocar eructos voluntarios. (Hablar con el aire del esófago también lo han practicado y practican algunos niños como un juego.) Para conseguirlo, sólo se trataba de ingerir aire, retenerlo en el tramo superior del esófago y volver a emitirlo por la boca de éste, convirtiéndolo, por la contracción de sus pliegues y la vocalización, en sonido modulado semejante, aunque más tosco, al procedente de la glotis.
Ello es posible porque de los tres componentes productores de la voz, el albergado en la cabeza, incluida la faringe, mantiene su estructura después de la laringectomía. Sólo hay que substituir la función de los pulmones, que ahora la efectúa el esófago, y la de la glotis, que la toma el esfínter esofágico superior (boca del esófago), por la cual se le denomina neoglotis o pseudoglotis.
En la glotis, las cuerdas vocales, situadas horizontalmente, actúan como dos cortinillas que se abren y cierran; en la respiración, abren totalmente el paso por la glotis; en el momento de comer o beber, lo cierran, a la vez que la epiglotis impide el acceso a la laringe. Este mecanismo es eliminado en la laringectomía. En consecuencia, para recuperar la voz, se recurre a la neoglotis, un tracto de dos o más centímetros de largo, conectado a la faringe, que, a diferencia de la glotis, oscila verticalmente. Tiene forma tubular, es elástico y su interior está recubierto por una mucosa en forma de pliegues. Para tragar los bolos alimenticios y líquidos efectúa un movimiento de expansión y contracción, al igual que el resto del esófago, que los impulsa, hacia el estómago; para proceder al habla absorbe el aire que le llega de la boca y lo retiene en el primer tramo del esófago para, después, expelerlo al tiempo que se contrae. Con esta maniobra el aire sale hacia la faringe y llega a la boca sometido a vibración acústica. Así, aunque con menos volumen e intensidad de la que puede darle la laringe por la glotis, el aire vuelve a la cavidad bucal, como sonido indiscriminado al principio, y, con la práctica y ejercicio, se articula en sílabas, palabras y frases.
La calidad, claridad y potencia del habla dependerán de las condiciones esofágicas de cada persona después de la cirugía, ya que ésta, por extirpar la laringe, tiene que cerrar el hueco ocasionado en la faringe y reconstruir ésta y los músculos que ceñían la tráquea con el esófago. En algunos casos puede suceder que la boca del esófago quede demasiado estrecha y, posteriormente, haya que dilatarla, o demasiado ancha y los pliegues no presionan adecuadamente; en este último caso, presionando con un dedo el punto adecuado del cuello se consigue una obturación mejor del esfínter y con ello el incremento en sonoridad. Por otra parte, hay que tener en cuenta que si en la cirugía se ha requerido la ejecución de colgajos o injertos, puede quedar mermada la flexibilidad y buena respuesta del esófago.
Merece destacarse que la voz conseguida, llamada esofágica o erigmofónica, mantendrá, aunque con un tono más bajo y bronco, las características personales que tenía la voz laríngea. No en vano el sistema de articulación y resonancia sigue siendo el mismo. También, por igual causa, se manifestarán las peculiaridades y vicios de lenguaje que se tuvieran antes de la intervención –dicción poco clara, hablar entre dientes, reducida movilidad de los labios, rapidez en la pronunciación–, los cuales entorpecerán la comprensión de lo que se expresa y tendrán que ser considerados y corregidos en la intervención logopédica. Por ello, los ejercicios iniciales para recuperar la voz, tienen que consistir en praxias –repetidas pacientemente– para relajar y tonificar la musculatura de la cabeza y cuello y en la gesticulación muda pero bien definida de la posición fonética correspondiente a los diferentes sonidos idiomáticos.
Mientras tanto podrá empezar a ejercitarse, siguiendo las indicaciones logopédicas, la acción de introducir aire en el esófago y volver a emitirlo generando un débil sonido; esto les parece imposible a muchos pacientes hasta que se sorprenden al obtener la primera vibración del esófago, inicio de un aprendizaje, que, según las condiciones personales, llevará un tiempo indeterminable de adiestramiento, reiterado y paciente, con el que comienza la recuperación de la voz.
En la laringectomía total se extirpa la laringe, una de cuyas partes es las cuerdas vocales, origen de la voz. Pero la voz, aunque se inicia en las cuerdas vocales, no depende únicamente de éstas. Al hablar en voz baja (llamada también voz susurrada) no se utiliza la laringe: la voz se produce en la boca por la correcta vocalización y con tan sólo el aire que en ella se somete a oscilación.
La formación de la voz normal o audible requiere el aparato fonatorio completo, y éste está constituido por tres grupos anatómicos:
– Los pulmones, que emiten el aire.
– La laringe, que, en la glotis, por la oscilación de las cuerdas vocales somete el aire a vibración y genera ondas sonoras.
– Los resonadores, principalmente de las cavidades bucal y nasal, en los que, por la conjunción de la posición de la lengua, el paladar, las mejillas, los dientes y los labios, se articula y modula la vibración sonora recibida de la laringe y se convierte en los sonidos armónicos identificables.
Y los laringectomizados, salvo casos esporádicos, mantienen en buenas condiciones todos los órganos articulatorios, así como los vacíos de resonancia, repartidos en las cavidades supraglóticas.
Al descubrirse, partiendo del eructo automático, que el esófago era capaz de emitir un sonido, se investigó y se comprobó que se podía provocar eructos voluntarios. (Hablar con el aire del esófago también lo han practicado y practican algunos niños como un juego.) Para conseguirlo, sólo se trataba de ingerir aire, retenerlo en el tramo superior del esófago y volver a emitirlo por la boca de éste, convirtiéndolo, por la contracción de sus pliegues y la vocalización, en sonido modulado semejante, aunque más tosco, al procedente de la glotis.
Ello es posible porque de los tres componentes productores de la voz, el albergado en la cabeza, incluida la faringe, mantiene su estructura después de la laringectomía. Sólo hay que substituir la función de los pulmones, que ahora la efectúa el esófago, y la de la glotis, que la toma el esfínter esofágico superior (boca del esófago), por la cual se le denomina neoglotis o pseudoglotis.
En la glotis, las cuerdas vocales, situadas horizontalmente, actúan como dos cortinillas que se abren y cierran; en la respiración, abren totalmente el paso por la glotis; en el momento de comer o beber, lo cierran, a la vez que la epiglotis impide el acceso a la laringe. Este mecanismo es eliminado en la laringectomía. En consecuencia, para recuperar la voz, se recurre a la neoglotis, un tracto de dos o más centímetros de largo, conectado a la faringe, que, a diferencia de la glotis, oscila verticalmente. Tiene forma tubular, es elástico y su interior está recubierto por una mucosa en forma de pliegues. Para tragar los bolos alimenticios y líquidos efectúa un movimiento de expansión y contracción, al igual que el resto del esófago, que los impulsa, hacia el estómago; para proceder al habla absorbe el aire que le llega de la boca y lo retiene en el primer tramo del esófago para, después, expelerlo al tiempo que se contrae. Con esta maniobra el aire sale hacia la faringe y llega a la boca sometido a vibración acústica. Así, aunque con menos volumen e intensidad de la que puede darle la laringe por la glotis, el aire vuelve a la cavidad bucal, como sonido indiscriminado al principio, y, con la práctica y ejercicio, se articula en sílabas, palabras y frases.
La calidad, claridad y potencia del habla dependerán de las condiciones esofágicas de cada persona después de la cirugía, ya que ésta, por extirpar la laringe, tiene que cerrar el hueco ocasionado en la faringe y reconstruir ésta y los músculos que ceñían la tráquea con el esófago. En algunos casos puede suceder que la boca del esófago quede demasiado estrecha y, posteriormente, haya que dilatarla, o demasiado ancha y los pliegues no presionan adecuadamente; en este último caso, presionando con un dedo el punto adecuado del cuello se consigue una obturación mejor del esfínter y con ello el incremento en sonoridad. Por otra parte, hay que tener en cuenta que si en la cirugía se ha requerido la ejecución de colgajos o injertos, puede quedar mermada la flexibilidad y buena respuesta del esófago.
Merece destacarse que la voz conseguida, llamada esofágica o erigmofónica, mantendrá, aunque con un tono más bajo y bronco, las características personales que tenía la voz laríngea. No en vano el sistema de articulación y resonancia sigue siendo el mismo. También, por igual causa, se manifestarán las peculiaridades y vicios de lenguaje que se tuvieran antes de la intervención –dicción poco clara, hablar entre dientes, reducida movilidad de los labios, rapidez en la pronunciación–, los cuales entorpecerán la comprensión de lo que se expresa y tendrán que ser considerados y corregidos en la intervención logopédica. Por ello, los ejercicios iniciales para recuperar la voz, tienen que consistir en praxias –repetidas pacientemente– para relajar y tonificar la musculatura de la cabeza y cuello y en la gesticulación muda pero bien definida de la posición fonética correspondiente a los diferentes sonidos idiomáticos.
Mientras tanto podrá empezar a ejercitarse, siguiendo las indicaciones logopédicas, la acción de introducir aire en el esófago y volver a emitirlo generando un débil sonido; esto les parece imposible a muchos pacientes hasta que se sorprenden al obtener la primera vibración del esófago, inicio de un aprendizaje, que, según las condiciones personales, llevará un tiempo indeterminable de adiestramiento, reiterado y paciente, con el que comienza la recuperación de la voz.
Artículo de Josep Maria Miró Llull
Antes y después de una operación de laringectomía |
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