Otra voz. Miles de personas que pierden la capacidad de hablar a causa de la extirpación de la laringe, y, por consiguiente, de las cuerdas vocales, deben aprender a comunicarse usando la vía digestiva. De qué se trata este mecanismo.
Dante Ongaro tiene una voz ronca y pausada, pero
clara. Esta es la voz que lo acompaña y lo caracteriza desde hace 38
años, cuando se quedó sin sus cuerdas vocales a causa de un cáncer de
laringe. Como él, miles de personas debieron aprender a hablar con el
esófago, es decir a través de la vía digestiva.
“Fue muy duro
quedarme mudo de un día para el otro, sobre todo porque era muy joven
cuando me ocurrió. Pero días después de que me extirparan la laringe
empecé a practicar la voz esofágica y, con la ayuda e insistencia de mis
hijas, que en ese momento eran muy pequeñas, en cuatro meses pude
volver a hablar. A veces uno no se imagina lo que la vida tiene
deparado, pero lo importante es no bajar los brazos jamás”, asegura
Dante, quien no sólo se comunica con normalidad, sino que además forma
parte de un coro de laringectomizados.
Un nuevo comienzo.
Gustavo Corball, especialista en cirugía de cabeza y cuello, afirma que
la gran mayoría pacientes laringectomizados llegaron a esa situación
por un cáncer de laringe y que en el 98% de los casos la causa fue el
hábito de fumar. En cuanto al género, Corball dice que esta patología es
más frecuente en hombres, en una relación de 3 a 1 con respecto a las
mujeres, pero destaca que en otras épocas, esta relación era aún más
amplia: entre 7 y 9 a 1.
Luego de que estos pacientes ingresan a
quirófano para que se les extirpe el tumor, y con él la laringe,
comienza el proceso para volver a hablar. ¿Y cómo se logra esto?
El
ser humano habla gracias a que respira, porque es el aire expulsado por
los pulmones el que, en su trayecto hacia el exterior, pasa por las
cuerdas vocales (ubicadas en el interior de la laringe) y, al chocarlas,
las hace vibrar, vibración que produce la voz. Al no tener la laringe,
los pacientes laringectomizados no podrán volver a respirar por la nariz
ni podrán volver a hablar utilizando la vía aérea, es decir, las
cuerdas vocales.
La función respiratoria se sustituye con un
traqueostoma (orificio creado quirúrgicamente para comunicar la tráquea
con la piel) que se les realiza en el cuello, entre el segundo y tercer
anillo traqueal: el aire ingresa por allí, va a los pulmones y vuelve a
salir por el mismo orificio. La función fonatoria, en cambio, se realiza
a través de la vía digestiva, por el esófago.
Otra vibración.
La
erigmofónica o esofágica es la sustituta de la voz laríngea. “En la
parte donde termina la faringe y empieza el esófago hay un músculo que
se llama cricofaríngeo y que es como una tapa que siempre está cerrada.
Cuando ingresa comida, este músculo se abre para que el alimento pase
hacia el estómago, y luego se cierra”, explica Silvia Abraham, jefa del
Servicio de Fonoaudiología del Hospital Córdoba (Argentina), quien desde hace 28
años enseña la voz esofágica a pacientes laringectomizados.
“El
aire que las personas ingresamos por la boca, va al esófago y, si no lo
volvemos al exterior, sigue su ruta hacia el estómago. Y es este aire el
que utilizan los pacientes laringectomizados para producir sonido. La
voz esofágica se logra tomando aire por la boca y, en el momento que
ingresa al esófago, el paciente inmediatamente lo vuelve. Entonces, en
su camino hacia el exterior, el aire choca contra esa tapa
(cricofaríngeo) que se había cerrado y la vibración produce el sonido”,
agrega.
Esto quiere decir que aquella vibración que normalmente
producen las cuerdas vocales, ahora es producida por un músculo cerrado
de la vía digestiva.
Cómo se enseña.
“Hablar de corrido en
estos pacientes es poder emitir entre cuatro o cinco palabras con una
sola toma de aire. Lo máximo que se puede emitir es entre 10 y 11
palabras”, explica Abraham.
Y cuenta que existen tres métodos para
enseñar esta voz: inhalación, deglución e inyección. Este último es el
que se conoce como “método holandés”, porque se trata de inyectar aire
al esófago utilizando las consonantes explosivas características de este
idioma. “Se aprende usando los tres métodos, pero el de deglución es el
último que enseño”, agrega.
En este aprendizaje existen sonidos
más fáciles de pronunciar que otros. “Los sonidos facilitadores son
aquellos producidos por las letras t, ch, c y p, que son consonantes
explosivas. Los más difíciles son los que utilizan las letras r, m,
luego s, b, f”, afirma.
La mayoría de los pacientes pueden hablar
un año después del inicio de la ejercitación, pero hay quienes en tres
meses pueden comunicarse con absoluta normalidad. Esto depende de muchos
factores: el tipo de cirugía, la flexibilidad muscular, la cantidad de
aire que puedan tomar, entre otros. Los pilares esenciales para aprender
esta nueva voz son la relajación, la tranquilidad y la respiración.
El
tratamiento termina cuando el habla lograda sirve a estas personas para
manejarse socialmente, para lo que ellos necesitan. “Volver a compartir
una charla con los seres queridos, a salir de compras solos, volver a
trabajar y comunicarse con el habla, no tiene precio”, finalizó Abraham.
Coro de pacientes rehabilitados, ejemplo de voluntad y perseverancia (Martín Baez/La Voz). |
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