Asociación Barcelonesa de Laringectomizados: ¿Qué vínculo hay entre los tóxicos ambientales y el cáncer?

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miércoles, 2 de septiembre de 2015

¿Qué vínculo hay entre los tóxicos ambientales y el cáncer?

Plomo, arsénico, mercurio, DDT, glifosato, hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH)… Éstos son solo algunos de los tóxicos ambientales con los que estamos en contacto habitualmente.

“Los contaminantes en los organismos vivos actúan como disruptores, es decir, interfieren en el funcionamiento correcto de la química corporal. Algunos se pueden acumular tanto tiempo que pueden pasar de generación en generación”, explica la oncóloga Natàlia Eres. “No solo los agentes químicos pueden tener efectos adversos a la hora de potenciar el cáncer; también la radiación que se aplica a algunos alimentos para esterilizarlos y algunos campos electromagnéticos, como los derivados de la telefonía móvil, pueden ser peligrosos”, añade el doctor Joan Vidal-Jové. 

¿Cómo podemos minimizar el contacto con los agentes tóxicos?


Los agentes tóxicos no solo son sustancias químicas fabricadas por el hombre: algunos proceden de la naturaleza, como el plomo, el arsénico, el mercurio, entre otros. “El cuerpo acumula estos tóxicos si tiene poco poder desintoxicador o si hay una sobrecarga en el ambiente donde vive”, cuenta Vidal-Jové. “Desde la Revolución Industrial cada vez estamos expuestos a más tóxicos y contaminantes sintéticos, provenientes de los derivados del petróleo. Hablamos de los policarburos, como el teflón –utilizado para hacer utensilios de cocina– o los conservantes en cremas y jabones, o en plásticos que sirven para envasar alimentos o bebidas”, indica Eres.

“También en el aire hay hidrocarburos aromáticos policíclicos (policycle aromatic hidrocarbure, PAH), que son partículas procedentes del carbón derivadas de algunos procesos industriales. En las casas y espacios cerrados en los que se fuma, el ambiente contiene benceno, formaldehído y 1-3 butadieno. Respirar todos estos PAH se ha relacionado con la aparición de cáncer de pulmón, si estamos expuestos de forma prolongada”, escribe la doctora Odile Fernández Martínez en su libro Alimentación y vida anticáncer. Mis recetas anticáncer (Ed. Urano, 2013), que añade que “la contaminación por PAH de una ciudad a otra es muy diferente; por cada 1% de aumento de la contaminación, el cáncer de pulmón aumenta en una proporción del 14%. El humo que sale de los tubos de escape de coches y motos se ha relacionado con la leucemia infantil, ya que los bebés que pasean en carrito van la misma altura”.

El impacto de los agentes tóxicos en los más pequeños

Soledad Román, directora de la Fundación Roger Torné –que trabaja para la protección de la salud de los niños– recuerda que “los contaminantes forman parte de nuestra vida. Desde que nacemos estamos en contacto con ellos, y en el caso de los niños el impacto es mayor porque son más vulnerables que los adultos, ya que tienen todos los sistemas en pleno desarrollo”. Esta fundación medioambiental editó la guía para padres y madres Salud Infantil y Medio Ambiente: una relación de por vida. “La guía trata diferentes situaciones de exposición ambiental y muestra, por ejemplo, que la contaminación atmosférica no afecta igual a los niños que a los adultos, y que la edad también influye. No es lo mismo la exposición a la contaminación atmosférica o del humo del tabaco en un bebé de tres meses que en un niño de ocho años, por ejemplo; o la contaminación por mercurio en el caso de las embarazadas. De forma que lo que la investigación epidemiológica ha puesto de manifiesto es que la contaminación ambiental afecta al desarrollo neuroconductual, inmunitario y sexual de los niños, pero no hay una única causa atribuible”, expone Román.
La Organización Mundial de la Salud reconoce que, a pesar de que el origen del cáncer infantil aún es desconocido en gran medida, los factores ambientales como la radiación, el tabaquismo pasivo, las aflatoxinas, la luz ultravioleta A y B, la contaminación atmosférica y algunos plaguicidas están involucrados en él.
“Todo eso pone de manifiesto hasta qué punto las conductos del entorno familiar y social del niño son decisivas por lo que respecta al cáncer –y también otras enfermedades–, y no solo para garantizar su salud actual, sino también para la futura”, remarca Román.
“En población infantil, algunos estudios basados en el grado de exposición a contaminantes atmosféricos procedentes de carreteras de alta densidad de tránsito y gasolineras ubicadas cerca del lugar de residencia sugieren un incremento del riesgo de leucemias, linfoma de Hodgkin y otros tumores, pero hay un grado importante de incertidumbre. Se sospecha, incluso, que la información disponible actualmente se publica sesgada”, advierte la directora de la fundación. “Por lo que respecta al tabaquismo, que es fuente de exposición ambiental de interior, algunos estudios relacionan el hecho de que los padres fumen con mayor riesgo leucemias agudas infantiles, mientras que otros estudios señalan que no hay resultados concluyentes, seguramente por las susceptibilidades genéticas. El principio de precaución nunca debería faltar para no exponer los niños al tabaquismo pasivo”.

¿Cómo eliminamos los tóxicos?

El hígado y los riñones son los órganos que debemos proteger más, si queremos eliminar bien los tóxicos. “Hay que saber que hay organismos más eficientes que otros a la hora de eliminar tóxicos ambientales, lo que tiene relación sobre todo con la capacidad del hígado para neutralizarlos. Gracias a la sulfatación y la glucuronidación, el hígado puede expulsar estos tóxicos”, avanza Vidal-Jové. Pero no a todos nos funcionan de la misma forma ni al mismo ritmo. “Hay quien elimina más despacio”, indica Eres.
“Por cada 1% de aumento de la contaminación de partículas PAH suspendidas en el aire en una ciudad, el cáncer de pulmón aumenta en una proporción del 14%”
“La salud del intestino puede ayudar al hígado en estas funciones excretoras y, también, el hecho de tener un cuerpo sano con un buen equilibrio corporal músculo-grasa. Si una persona tiende a la obesidad y acumula demasiado tejido adiposo, tendrá más números para acumular tóxicos, porque se almacenan en la parte grasa del cuerpo”, dice Vidal-Jové. Sería clave concienciarnos de las fuentes de tóxicos y minimizarlas activamente (cambiando hábitos de vida e intentando hacer una vida más sana) y también reducir el exceso de grasa.
También es importante cuidar la microbiota intestinal. “Desdichadamente, la esterilización masiva y el tratamiento antibiótico que recibe lo que comemos y nosotros mismos (abuso de tratamientos antibióticos, uso de jabones y cosmética industrial) ha acabado con la carga probiótica promotora de salud que aparece de forma natural en los alimentos y en el cuerpo. Algunas bacterias –como las del intestino– tienen un papel esencial a la hora de neutralizar los tóxicos”, añade Eres. “Un estudio científico publicado hace poco en la revista científica Oncotarget ha demostrado que hay bacterias en todo el cuerpo que neutralizan la producción de tumores, y que, si las matamos con antibióticos, nos hacemos más vulnerable al cáncer”, remarca.
“Los estándares de política ambiental en algunos casos se resisten asumir el peligro que suponen algunos tóxicos por lo que respecta al cáncer y no regulan su exposición. Eso pasa con el mercurio, por ejemplo, que encontramos en las amalgamas dentales y en pescados azules grandes de mares contaminados. A lo largo del tiempo –como demostró un estudio realizado en mineros, promocionado curiosamente por el Ministerio de Sanidad y Consumo español– la exposición al mercurio aumenta el riesgo de varios tipo de cánceres”, apunta Vidal-Jové.


La exposición a los tóxicos ambientales, un riesgo de cáncer

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