- Un estudio de 10 años con más de 160.000 personas relaciona estrés psicosocial y cáncer
La actividad del cerebro controla la fisiología y las respuestas corporales, por lo que influye en el funcionamiento de todo el cuerpo. Este es el origen de las enfermedades psicosomáticas, como, por ejemplo, muchos casos de hipertensión arterial y también de intestino irritable, un trastorno que se caracteriza por malestar abdominal crónico y que puede generar diarreas o estreñimiento.
El investigador David Batty y sus colaboradores, de varias universidades de Inglaterra, Escocia y Australia, han examinado hasta qué punto los estados mentales también pueden ejercer influencia en patologías tan severas como el cáncer. Los resultados, que han publicado en la revista British Medical Journal, evidencian que una mala salud mental incrementa la probabilidad de tener determinados tipos de cáncer, como, por ejemplo, de colon, esófago, páncreas y próstata, así como leucemia.
Enfermedades psicosomáticas
Tradicionalmente, las enfermedades psicosomáticas se han definido como las que presentan síntomas físicos que no pueden ser explicados médicamente como consecuencia directa de una enfermedad física. Se calcula que el 12% de la población manifiesta los síntomas, los más habituales de los cuales son dolor de espalda, mareo y vértigo, dolor en las extremidades y las articulaciones, gases estomacales, dificultad al respirar, palpitaciones y taquicardia, dolor en el pecho y náuseas. Hace tiempo que se conoce que determinados estados mentales de estrés psicosocial, como la ansiedad y la depresión, los cuales son el resultado de la actividad cerebral, repercuten directamente sobre el funcionamiento fisiológico del cuerpo.
Dentro del cerebro, la relación entre estos estados mentales y las manifestaciones somáticas se debe a una estructura nerviosa llamada formación reticular, que se encuentra en el tronco del encéfalo, la parte que une el cerebro a la médula espinal. Esta estructura gestiona las respuestas fisiológicas del cuerpo en función de los estados emocionales, normalmente a través de descargas hormonales. Dicho de otro modo, es la interfaz que relaciona los sistemas cerebrales, que es donde se originan los estados emocionales y todos nuestros pensamientos, con los corporales. Una de las hormonas que genera es el cortisol, la responsable de las manifestaciones fisiológicas asociadas al estrés.
10 años y 163.363 pacientes
En este estudio, Batty y su equipo analizaron si existe alguna relación causal entre los estados emocionales negativos, como el estrés crónico, la ansiedad y la depresión, y la manifestación de procesos cancerosos. El motivo de esta hipotética relación es que un exceso crónico de cortisol afecta negativamente el sistema inmunitario y los sistemas de reparación del material genético. Precisamente los procesos cancerosos se inician como consecuencia del funcionamiento anómalo del material genético, y una de las funciones del sistema inmunitario es detectar e intentar eliminar los focos de cáncer. En este estudio, los investigadores examinaron 163.363 personas mayores de dieciséis años durante un periodo de diez años. Primero les valorar el nivel de estrés psicosocial, básicamente el nivel de ansiedad y de depresión -o de optimismo-, con un cuestionario específico. Pasado este periodo de tiempo, 16.267 de los participantes habían muerto, 4.353 de los cuales por cáncer.
El aislamiento de causas
Una vez eliminados los factores que se sabe que favorecen la generación de procesos cancerosos, como la obesidad y el consumo de tabaco y alcohol, agruparon las personas por edad y por sexo, y también por el nivel de estudios y socioeconómico, dado que son factores que influyen en los hábitos de vida. De este modo, el único factor diferenciador que quedaba era el nivel de estrés psicosocial. Las personas que diez años antes habían mostrado niveles altos o muy altos de estrés psicosocial tenían una tasa mucho más elevada de mortalidad debido a leucemia o cáncer de colon, esófago, páncreas o próstata.
Aunque estos resultados indican que una mala salud mental, como la que causa la ansiedad y la depresión, favorece la aparición de cáncer, los autores advierten que se necesitan estudios más específicos para establecer relaciones directas de causa y efecto que lo expliquen plenamente a nivel fisiológico.
EL RUBOR COMO SÍNTOMA
Uno de los procesos psicosomáticos que se pueden observar con más facilidad y que permiten entender la relación entre los pensamientos, el funcionamiento del cerebro y la fisiología corporal es el rubor. El enrojecimiento de la cara es una respuesta fisiológica que se desencadena como consecuencia de algunas emociones relacionadas con la ansiedad, como la vergüenza, la culpa, el nerviosismo, la modestia, el enamoramiento y el amor.
El proceso se inicia cuando, generalmente debido a procesos de interacción social, en el cerebro se activan los circuitos neurales correspondientes para hacer frente a la interacción de manera adecuada. Esto genera un incremento de actividad metabólica en el cerebro, y este incremento da lugar a un exceso de calor que hay que disipar rápidamente para evitar que disminuya la eficiencia de funcionamiento. Para disipar el exceso de calor se produce un aumento del flujo sanguíneo en los capilares que hay justo debajo de la piel de la cara. En función de la intensidad de la situación, de la reactividad emocional de cada persona y del tono de la piel, el rubor puede llegar a ser muy visible o puede pasar más desapercibido.
La interacción social mal gestionada puede desencadenar cáncer |
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