Hace 6 años, la vida de Marco Solís se llenó de incertidumbre. Un médico le dio un diagnóstico que lo tomó por sorpresa: a él se le detectó un cáncer de laringe.
La enfermedad atacó sus cuerdas vocales, una pieza clave en su desarrollo profesional: Solís laboró como periodista radiofónico, y fue un destacado locutor comercial.
Él tenía una voz privilegiada. Estaba acostumbrado a grabar comerciales y esto le daba estabilidad económica. Pero con la noticia, el sistema de salud lo obligó a pensionarse por invalidez. Su voz no era la misma… Creyó que lo había perdido todo pero fue entonces cuando descubrió una nueva pasión que le permitió, además, ayudar a los demás: la terapia de lenguaje.
Duro proceso
El proceso del cáncer sacudió a Marco. Además de la pelea contra el mal, en ese momento tuvo enfrentar un extenso proceso judicial por un accidente de tránsito: un conductor bajo los efectos del alcohol chocó de frente contra su vehículo y aunque él resultó ileso tuvo que ir a juicio para cobrar los daños. Al final ganó en tribunales pero eso, sumado a los tratamientos contra el cáncer, fue desgastante.
En medio de todo, el cáncer parecía una mala noticia… Sin embargo él -que no se considera una persona religiosa- entregó todo en manos de Dios e inició la batalla contra el mal. Fueron 40 sesiones de radioterapia, cirugías y un largo periodo de recuperación.
“Yo a las personas les digo que no deben dejarse abatir, el hecho de pensar de que tengo una enfermedad terminal no puede marcarnos, hay que cambiar la mente y yo creo que la mente ayuda a sanar el cuerpo. He aprendido a meditar y a hacer yoga y sé que con un buen contacto con la naturaleza, la vida te da fuerzas”, comenta Solís.
Así fue que este hombre que trabajó en radio Universidad, radio Monumental y el Sinart decidió no rendirse. Marco Solís empezó a ir a unas sesiones de terapia de la voz y la especialista vio que él tenía conocimientos en la materia.
Años atrás, él había estudiado comunicación en Rumania y la doctora le pidió colaboración para dar las terapias grupales. Así descubrió una pasión nueva y comenzó a dar sesiones de terapia de lenguaje. Aquello que inició con un mal se convirtió en una herramienta para ayudar a personas de todas las edades y le ha dado a un nuevo sentido a su vida.
Un final, no. Un principio. |
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