Cuando a una persona se
le detecta un cáncer de laringe y el médico se lo comunica la
primera impresión es que el mundo entero se le cae encima. Es quizá
uno de los traumas más duros que, como pacientes, tenemos que
soportar. Cualquier comunicación de que tenemos cáncer es muy dura
pero si además de eso te dicen que vas a perder el habla no hay
manera de encajarlo sin trauma. No solo el paciente sino todos los
que le rodean, empezando por la familia más cercana y terminando por
los simplemente conocidos, vecinos y demás.
La reacción posterior a
la primera impresión dependerá mucho de cada persona. Pero lo que
voy a tratar de explicar es la reacción de las personas que directa
o indirectamente tienen relación con el paciente y del paciente
hacia ellas. Familiares, parientes, amigos, vecinos, conocidos, etc.
etc.
La primera reacción de
los más allegados es similar a la del paciente, es decir, un trauma
muy difícil de digerir. Cáncer y perdida del habla a la vez es
demasiado para tolerar en poco tiempo. Después vienen los
comentarios de los que conocen o han conocido a alguien con el mismo
problema, alguien que ha sido laringectomizado. Y automáticamente
empiezan a dar consejos de tranquilidad al paciente, contándole las
experiencias que antes les han contado a ellos. Como si al paciente
le sirviesen de consuelo los males ajenos.
La espera entre el aviso
de que te van a laringectomizar y la operación en sí suele ser
bastante corto. El cáncer de laringe suele estar muy localizado y si
se opera pronto las posibilidades de que se reproduzca son escasas,
de ahí esa premura. Es una de las pocas cosas positivas con las que
contamos. En este corto periodo de tiempo los familiares y amistades
más cercanas no dejan de darnos ánimos y tratar de consolarnos.
Pero no saben que nos damos cuenta fácilmente de que ellos necesitan
tanto o más que nosotros de ese consuelo.
Llega la operación y con
resignación mal disimulada todos, paciente y allegados, tratan de
que el trauma se note lo menos posible. A partir de los primeros
días, cuando el laringectomizado empieza a tener la mínima fuerza
moral y física, es cuando empieza el duro camino de aprender a
relacionarse con los demás.
Al principio solo hay una
opción, la escritura. Hacerse con una libreta, un bolígrafo y a
escribir. Con lo poco que escribimos hoy en día enseguida se nos
quita la pereza. A partir de la salida del hospital, cuando la
relación con los demás empieza a extenderse, tanto en número de
personas como en la cantidad de relación, es cuando empiezan a verse
las diferencias entre personas a la hora de relacionarse con el
enfermo. Me refiero, sobre todo, al modo como cada uno afronta con el
laringectomizado. Y es que enseguida el mudo empieza a intentar
relacionarse no solo con escritura sino también con balbuceos y
vocalizaciones, intentando hablar sin voz, pronunciando las palabras
sin sonido.
Las reacciones de los
demás, ante este modo de expresarse, se pueden diferenciar de dos
maneras: los que sin complejos se molestan en intentar interpretar lo
que intentas decir y los que poniendo cara de circunstancias miran
para otro lado sin ni siquiera poner atención a lo que les intentan
decir.
Dentro de los primeros
los hay que tienen una tremenda facilidad para entendernos a la
primera y en cambio otros lo tienen mucho más difícil. Con el
tiempo también estos aprenden a leer los labios. Porque en buena
parte se trata de eso, de leer nuestros labios para saber lo que
decimos. Este sistema de comunicación se hace, cada día que pasa,
más rutinario y ayuda muchísimo al laringectomizado. Con el paso de
los meses y con el aprendizaje de la voz esofágica, preferentemente,
el entendimiento se hace cada vez más completo.
En cuanto a los segundos,
los que parecen desinteresarse por nuestro mal, los hay que incluso
nos hablan con señas y vocalizaciones. Como si fuésemos sordos. No
se puede decir, ni mucho menos, que lo hagan con mala intención, ni
siquiera por falta de interés. Más bien creo que lo hacen por
despiste y por miedo a no estar a nuestra altura. Parece como si se
pusiesen nerviosos ante una situación anómala y desconocida para
ellos. Con el tiempo también se acostumbran a la nueva relación
aunque les cueste mucho más.
Para el laringectomizado
es bastante duro la integración en una sociedad de la que no ha
salido pero que las circunstancias, de algún modo, le han marginado.
Este es un punto donde nosotros más tenemos que trabajar para que
esta marginación sea mínima e incluso no llegue a existir.
Cuando termina la
recuperación física de la operación enseguida vienen las sesiones
de radio y a veces de quimio. No da tiempo a empezar una vida normal.
Pero una vez terminada la recuperación total debemos hacer todo lo
posible por no caer en un estado de languidez que nos aparte de
nuestro mundo anterior. No es tarea fácil. Por una parte nos
alejamos del trabajo, lo que significa el primer aislamiento con
respecto a nuestra anterior vida. Si además de esos dejamos de
frecuentar nuestras anteriores costumbres y a nuestros viejos amigos
nos veremos avocados al aislamiento psicológico del que debemos
huir.
No es tarea fácil. A mi
entender es importante que desde el principio tratemos de ser lo más
independientes que podamos a la hora de hacer las tareas más
corrientes como hacer alguna compra, pasear cerca de casa, etc. Eso
no significa que no nos apoyemos en la familia o los amigos pero
siempre que ese apoyo no se convierta dependencia.
Otra de las cosas que
debemos hacer es ponernos en contacto con la asociación de
laringectomizados de nuestra ciudad o provincia. Ellos nos darán los
primeros ánimos y consejos. Ver cómo hablan y se desenvuelven será
nuestro mejor aliciente para seguir luchando por nuestra adaptación.
Una vez que empecemos las clases poco a poco iremos viendo como
empiezan a salir sonidos de nuestra boca. Primero muy elementales y
con mucha dificultad pero enseguida empezarán a salir palabras que
empezarán a tener sentido. Hay otros métodos para empezar a hablar,
pero la mayoría aprendemos con voz esofágica. Los otros métodos
los comentaré en otro apartado.
Resumiendo, para
terminar, pienso que el conseguir seguir siendo los mismos que antes
de la laringectomía es la principal o una de las principales tareas
que debemos acometer cuanto antes después de la intervención y una
vez hayamos pasado los primeros meses de recuperación. Conseguir que
los demás nos vean como antes de la operación, con nuestra
deficiencia, pero nada más. Y eso solo nosotros podemos conseguirlo.
Hay que seguir siendo el mismo antes y después de la operación |
Maravillosa exposicion de las circunstancias que sufrimos los pacientes que hemos perdido nuestra voz. Me siento totalmente identificado. Muchas gracias por escribir lo que no podemos expresar.
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