- Los investigadores afirman que algunos tumores serán pronto una dolencia similar al VIH, tratable y no siempre mortal
- El estudio genético de los tumores detecta que son heterogéneos y cambiantes en un mismo cuerpo enfermo y de una persona a otra
De las 38.500 personas a las que se diagnosticó un cáncer en Catalunya en el 2016, un 53% seguirán vivas dentro de cinco años. La supervivencia media a un cáncer oscila ahora en España entre el 55% y el 57% de los afectados. Esta abstracción estadística incluye tanto a quienes sufren un glioblastoma, el tumor cerebral que permite una supervivencia desde el diagnóstico de unos 14 meses, como a quien sufre un cáncer de pulmón –cinco años después de la detección vive un 18% de los enfermos- o las mujeres con cáncer de mama, de las que un 85% conservan la vida tras cinco años de enfermedad. En el centro se sitúan los afectados por cáncer de colon –el más común sumando ambos sexos- un 58% de los cuales sobreviven pasado un lustro. Estos datos constatan que el cáncer, sujeto a incensantes avances, sigue siendo una enfermedad altamente letal, a la que solo la investigación y el conocimiento pueden poner algo de freno.
Esperanzas no faltan. Por primera vez, los científicos que investigan los mecanismos que conducen a un cáncer han establecido paralelismos entre la incesante variabilidad, en planos simultáneos, que, han visto, experimentan los tumores malignos en su lucha por sobrevivir en un cuerpo enfermo, y las masivas mutaciones que transforman al virus del sida, el VIH, en el riego sanguíneo de un individuo, hasta convertir en una quimera su erradicación. También por primera vez, los investigadores oncológicos se han marcado como uno de sus objetivos más radicales conseguir que, a corto plazo –hablan de unos cinco años- “algunos” cánceres se comporten como una enfermedad crónica que, al igual que la infección del VIH, exigirá tratamiento diario e indefinido a cambio de mantener lejos la amenaza mortal.
UNA REVOLUCIÓN
“Se dan las circunstancias para que, en unos cinco años, sea posible cronificar algunos tumores, lo que supondrá una auténtica revolución en los tratamientos del cáncer”, asegura Joan Seoane, director de las líneas de investigación traslacional [la que combina el estudio de pacientes concretos, vivos, con la ciencia básica de laboratorio] en el Instituto de Investigación Oncológica del Vall d’Hebron (VHIO). Seoane actúa en coordinación con los principales centros de investigación oncológica de Europa y EEUU.
“Vemos muy difícil alcanzar la erradicación del cáncer, una curación general, pero los cambios tecnológicos y la secuenciación del ADN de los tumores conseguidos en los últimos cinco años nos están permitiendo conocer por qué una terapia funciona contra un tumor y no en otro aparentemente del mismo tipo, o la razón por la que un tratamiento va bien a un individuo pero solo durante un tiempo -añade Seoane-. Igual que hace el VIH en el cuerpo de un infectado, el cáncer de un individuo está constantemente cambiando para adaptarse al tratamiento que lo intenta combatir: es un ser vivo que somete a sus células a una enloquecía selección darwiniana por la supervivencia. Las nuevas terapias van a tener en cuenta todo eso, porque ahora podemos conocer lo que ocurre y mantener un control continuo del tumor”.
"Las nuevas terapias van a tener en cuenta las heterogeneidades internas de un mismo tumor en un mismo enfermo"
Informar de que se sufre un cáncer de hígado, mama, próstata, pulmón o cualquier otro tipo es informar de muy poco, coinciden los médicos. La clave imprescindible para definir un diagnóstico oncológico se denomina “heterogeneidad”, un perfilado individual multifacético en el que los científicos se adentran –aún de forma experimental- con el fin de caracterizar las tres peculiaridades que deben conocer si pretenden combatir con éxito un cáncer.
LAS TRES CARACTERÍSTICAS
Todos los tumores son heterogéneos de una persona a otra, distintos entre sí aunque afecten al mismo órgano. Las células de un cáncer que se escapan, viajan por la sangre y anidan en un segundo órgano causando metástasis tienen un perfil tumoral distinto al núcleo original, y no reaccionarán igual si se les aplica el mismo tratamiento que al primero. Y el tipo de lesión que causa en el hígado, el pulmón, la mama u otro órgano un tumor metastásico no coincide con las características del cáncer inicial. “Esas son las tres heterogeneidades que hemos de conocer antes de tratar un cáncer”, sintetiza Seoane. “Ya no solo hemos de personalizar un tratamiento –dice el científico, profesor ICREA-, sino que, en un mismo individuo, hemos de identificar las principales peculiaridades que caracterizan a su tumor. Solo entonces podemos decidir un tratamiento”.
Esa caracterización debe conducir a terapias específicas, múltiples y combinadas para un mismo paciente –de nuevo, se establece una similitud con los ‘cócteles’ de fármacos que tratan al VIH-, un tratamiento del cáncer radicalmente distinto a la universalización de sustancias que predomina en la quimioterapia convencional.
El diagnóstico que tiene persente las principales peculiaridades de un tumor ya se aplica en algunos pacientes de cáncer de pulmón y mama. Incluso se ensayan tests genéticos dirigidos a obtener un diagnóstico molecular de los tumores. Uno de estos lo experimenta en el Hospital Clínic, de Barcelona, la doctora Noemí Reguart. El test se realiza con una ínfima porción del tumor, y capta si existe alteración en tres genes concretos, unas mutaciones que no serían identificadas si se emplearan técnicas de diagnóstico convencional. “Si se detectan mutaciones en esos genes, el paciente puede ser tratado con un fármaco oral de bajísima toxicidad y un beneficio clínico muy alto”, asegura Reguart. Este recurso viene en ayuda de unos enfermos que con frecuencia son receptores de malas noticias. En un 70% de los casos se diagnostica en estadios muy avanzados.
EL CAMINO INMUNOLÓGICO
La segunda línea de investigación oncológica que mantiene el entusiasmo científico internacional es la que persigue liberar las barreras que los tumores establecen para inactivar a las células del sistema inmunológico que debería acabar con ellas. Los tumores, explican los investigadores, “saben” escapar de la acción inmunológica con que los seres humanos, habitualmente, repelen la invasión de microorganismos que lo visitan a lo largo de la vida. “El sistema inmunológico de las personas está diseñado para combatir virus, bacterias y cualquier elemento que pretenda infectarlo, pero el tumor crea una especie de escudos que lo hacen inaccesible a las células inmunitarias –explica Seoane-. Pues bien: ya se ha encontrado la forma de eliminar esos escudos”.
La potenciación del sistema inmunitario del propio enfermo es uno de los caminos que en estos momentos absorben más inversión económica y esfuerzo humano dirigidos a frenar la progresión del cáncer en el próximo decenio.
En 5 años, algunos tumores serán enfermedades crónicas |
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