Plomo, arsénico, mercurio, DDT, glifosato, hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH)… Éstos son solo algunos de los tóxicos ambientales con los que estamos en contacto habitualmente.
“Los contaminantes en los organismos vivos actúan como disruptores, es decir, interfieren en el funcionamiento correcto de la química corporal.
Algunos se pueden acumular tanto tiempo que pueden pasar de generación
en generación”, explica la oncóloga Natàlia Eres. “No
solo los agentes químicos pueden tener efectos adversos a la hora de
potenciar el cáncer; también la radiación que se aplica a algunos
alimentos para esterilizarlos y algunos campos electromagnéticos, como
los derivados de la telefonía móvil, pueden ser peligrosos”, añade el
doctor Joan Vidal-Jové.
¿Cómo podemos minimizar el contacto con los agentes tóxicos?
Los agentes tóxicos no solo son sustancias químicas fabricadas por el
hombre: algunos proceden de la naturaleza, como el plomo, el arsénico,
el mercurio, entre otros. “El cuerpo acumula estos tóxicos si tiene
poco poder desintoxicador o si hay una sobrecarga en el
ambiente donde vive”, cuenta Vidal-Jové. “Desde la Revolución
Industrial cada vez estamos expuestos a más tóxicos y contaminantes
sintéticos, provenientes de los derivados del petróleo. Hablamos de los
policarburos, como el teflón –utilizado para hacer utensilios de cocina–
o los conservantes en cremas y jabones, o en plásticos que sirven para
envasar alimentos o bebidas”, indica Eres.
“También en el aire hay hidrocarburos aromáticos policíclicos (policycle aromatic hidrocarbure,
PAH), que son partículas procedentes del carbón derivadas de algunos
procesos industriales. En las casas y espacios cerrados en los que se
fuma, el ambiente contiene benceno, formaldehído y 1-3 butadieno.
Respirar todos estos PAH se ha relacionado con la aparición de cáncer de
pulmón, si estamos expuestos de forma prolongada”, escribe la doctora Odile Fernández Martínez en su libro Alimentación y vida anticáncer. Mis recetas anticáncer (Ed.
Urano, 2013), que añade que “la contaminación por PAH de una ciudad a
otra es muy diferente; por cada 1% de aumento de la contaminación, el
cáncer de pulmón aumenta en una proporción del 14%. El humo que sale de
los tubos de escape de coches y motos se ha relacionado con la leucemia
infantil, ya que los bebés que pasean en carrito van la misma altura”.
El impacto de los agentes tóxicos en los más pequeños
Soledad Román, directora de la Fundación Roger Torné
–que trabaja para la protección de la salud de los niños– recuerda que
“los contaminantes forman parte de nuestra vida. Desde que nacemos
estamos en contacto con ellos, y en el caso de los niños el impacto es
mayor porque son más vulnerables que los adultos, ya que tienen todos
los sistemas en pleno desarrollo”. Esta fundación medioambiental editó
la guía para padres y madres Salud Infantil y Medio Ambiente: una relación de por vida. “La
guía trata diferentes situaciones de exposición ambiental y muestra,
por ejemplo, que la contaminación atmosférica no afecta igual a los
niños que a los adultos, y que la edad también influye. No es lo mismo
la exposición a la contaminación atmosférica o del humo del tabaco en un
bebé de tres meses que en un niño de ocho años, por ejemplo; o la
contaminación por mercurio en el caso de las embarazadas. De forma que
lo que la investigación epidemiológica ha puesto de manifiesto es que la
contaminación ambiental afecta al desarrollo neuroconductual,
inmunitario y sexual de los niños, pero no hay una única causa
atribuible”, expone Román.
La Organización Mundial de la Salud reconoce que, a pesar de que el
origen del cáncer infantil aún es desconocido en gran medida, los
factores ambientales como la radiación, el tabaquismo pasivo, las
aflatoxinas, la luz ultravioleta A y B, la contaminación atmosférica y
algunos plaguicidas están involucrados en él.
“Todo eso pone de manifiesto hasta qué punto las conductos del
entorno familiar y social del niño son decisivas por lo que respecta al
cáncer –y también otras enfermedades–, y no solo para garantizar su
salud actual, sino también para la futura”, remarca Román.
“En población infantil, algunos estudios basados en el grado de
exposición a contaminantes atmosféricos procedentes de carreteras de
alta densidad de tránsito y gasolineras ubicadas cerca del lugar de
residencia sugieren un incremento del riesgo de leucemias, linfoma de
Hodgkin y otros tumores, pero hay un grado importante de incertidumbre.
Se sospecha, incluso, que la información disponible actualmente se
publica sesgada”, advierte la directora de la fundación. “Por lo que
respecta al tabaquismo, que es fuente de exposición ambiental de
interior, algunos estudios relacionan el hecho de que los padres fumen
con mayor riesgo leucemias agudas infantiles, mientras que otros
estudios señalan que no hay resultados concluyentes, seguramente por las
susceptibilidades genéticas. El principio de precaución nunca debería
faltar para no exponer los niños al tabaquismo pasivo”.
¿Cómo eliminamos los tóxicos?
El hígado y los riñones son los órganos que debemos proteger más, si
queremos eliminar bien los tóxicos. “Hay que saber que hay organismos
más eficientes que otros a la hora de eliminar tóxicos ambientales, lo
que tiene relación sobre todo con la capacidad del hígado para
neutralizarlos. Gracias a la sulfatación y la glucuronidación,
el hígado puede expulsar estos tóxicos”, avanza Vidal-Jové. Pero no a
todos nos funcionan de la misma forma ni al mismo ritmo. “Hay quien
elimina más despacio”, indica Eres.
“Por cada 1% de aumento de la contaminación de partículas PAH
suspendidas en el aire en una ciudad, el cáncer de pulmón aumenta en una
proporción del 14%”
“La salud del intestino puede ayudar al hígado en estas funciones
excretoras y, también, el hecho de tener un cuerpo sano con un buen
equilibrio corporal músculo-grasa. Si una persona tiende a la obesidad y
acumula demasiado tejido adiposo, tendrá más números para acumular
tóxicos, porque se almacenan en la parte grasa del cuerpo”, dice
Vidal-Jové. Sería clave concienciarnos de las fuentes de tóxicos y
minimizarlas activamente (cambiando hábitos de vida e intentando hacer
una vida más sana) y también reducir el exceso de grasa.
También es importante cuidar la microbiota intestinal.
“Desdichadamente, la esterilización masiva y el tratamiento antibiótico
que recibe lo que comemos y nosotros mismos (abuso de tratamientos
antibióticos, uso de jabones y cosmética industrial) ha acabado con la
carga probiótica promotora de salud que aparece de forma natural en los
alimentos y en el cuerpo. Algunas bacterias –como las del intestino–
tienen un papel esencial a la hora de neutralizar los tóxicos”, añade
Eres. “Un estudio científico publicado hace poco en la revista
científica Oncotarget ha demostrado que hay
bacterias en todo el cuerpo que neutralizan la producción de tumores, y
que, si las matamos con antibióticos, nos hacemos más vulnerable al
cáncer”, remarca.
“Los estándares de política ambiental en algunos casos se resisten
asumir el peligro que suponen algunos tóxicos por lo que respecta al
cáncer y no regulan su exposición. Eso pasa con el mercurio, por
ejemplo, que encontramos en las amalgamas dentales y en pescados azules
grandes de mares contaminados. A lo largo del tiempo –como demostró un
estudio realizado en mineros, promocionado curiosamente por el
Ministerio de Sanidad y Consumo español– la exposición al mercurio
aumenta el riesgo de varios tipo de cánceres”, apunta Vidal-Jové.
![]() |
La exposición a los tóxicos ambientales, un riesgo de cáncer |
No hay comentarios:
Publicar un comentario